El azul que
se abalanza sobre mí
es similar a la distancia
inconmesurable
de nuestros cuerpos.
He visto madrugar
tus ojos
plantados en la aguda
tormenta,
a quién miraban
dichas pupilas negras;
en el suelo
dos monedas
han perdido
su sitio,
¡yo te las devuelvo,
tengo apiladas
unas sillas
sobre cuyas tazas
llueven
infinitos
inviernos!